La Regenta

Alas, Leopoldo
(Clarín)

732 pages - In Spanish
Edición Crítica, Notas y Comentarios
Maite Zubiaurre
Eilene Powell
ISBN: 978-1-934768-57-0
Library of Congress Control Number: 2012952208

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Resulta interesante un análisis del origen del impulso de Leopoldo Alas para escribir una novela como La Regenta.
Quizá el mayor fuera la moda del Naturalismo, según sugiere él mismo al reseñar La desheredada (1881) de Benito Pérez Galdós, indicando las posibilidades que ofrecía la concepción y técnicas de la novela naturalista.
Por otro lado, la temática se repetía, con variaciones formales, en las diferentes novelas del momento.
El adulterio, tema central en La Regenta, aparece en Ana Karenina, de Tolstoí¯, en Effi Briest, de Theodor Fontane, en Madame Bovary, de Flaubert, en O primo Basilio, de Eça de Queiroz, , y en La conquíªte de Plassans, de Zola, la obra que más se asemeja a la de Alas, aunque sea habitual mencionar como antecedente a Madame Bovary.

Durante la década de los ochenta del siglo XIX se produjo en España el auge de la novela, con la aparición de una docena de obras relevantes de Galdós, Pardo Bazán, Ortega Munilla, Palacio Valdés y Pereda.
La Regenta suma el flaubertismo (la novela autoconsciente) al naturalismo (visión «moderna« de la realidad, que permitía ver en profundidad), más las circunstancias propicias (el público quería novelas), más el interés del autor por lo ético (krausismo) más el deseo del artista de ser oído en toda España.
Todo ello dio lugar a la invención de un mundo ficticio basado en la ciudad de Oviedo (en la novela, Vetusta): la bella y sensible Ana Ozores, recién casada con el maduro Víctor Quintanar, ex regente de la Audiencia, se ve acosada por el donjuán local, Ílvaro Mesía, y por el magistral de la catedral, don Fermín de Pas. Acaba cediendo a don Ílvaro, tras rechazar al sacerdote. Don Víctor, que descubre el adulterio, presionado por Pas, desafía a don Ílvaro, y muere en el duelo.

La novela resulta extraordinaria por el cuidado y detalle con que se presenta la vida cotidiana del ambiente provinciano y el entramado de sus diferentes clases sociales, algo en lo que han insistido los críticos de la novela, sobre todo los prologuistas a las diferentes ediciones.
La presente edición crítica, sin embargo, quiere darle un giro diferente al estudio de La Regenta.
Con la ayuda de los estudios de género, su objetivo es centrarse en el personaje principal y desentrañar todas sus complejidades, desde su presunta histeria y sus arranques místicos hasta sus ansias de libertad como prueba fehaciente de protofeminismo.
Pero Ana Ozores como heroina (proto) feminista no está sola en el panorama literario español: el segundo objetivo de esta edición es hacer hincapié en los indudables lazos de parentesco que unen a La Regenta, no ya con las novelas extranjeras mencionadas arriba, sino con la novela española El Cura (Caso de Incesto), de Eduardo López Bago, escritor coetáneo de Clarín, y representante del así llamado «Naturalismo radical».
Ambas novelas construyen un mundo abigarrado alrededor de las figuras prototípicas (y estereotipadas) del pecado eclesiástico en conjunción con la histeria femenina.
Uno de los objetivos principales de esta edición crítica es precisamente desentrañar las complejidades de esos estereotipos.
Ana Ozores, por de pronto, es mucho más que una «nerviosilla», como la llamó Pérez Galdós en su famoso prólogo a la segunda edición de La Regenta.
Leopoldo Alas
«Clarín»

(1852-1901)

Novelista, cuentista, y periodista, escribió crítica, teoría literaria y temas políticos.
A la altura de Pérez Galdós, es uno de los grandes novelistas españoles del siglo XIX.
Su persona y su obra están asociadas con Asturias, concretamente con la ciudad de Oviedo, a donde se trasladó en 1865, y donde estudió el bachillerato. Vivió en Madrid de 1871 a 1878, estudiando Derecho, en lo cual se doctoró. En 1883 de regreso en Asturias ocupó en la Universidad la cátedra de Derecho Romano, y cinco años después también la de Derecho Natural.
Em Madrid comenzó a escribir artículos periodísticos, de pensamiento filosófico, religioso, político y literario.

Para entender mejor su postura expresada en estos artículos y en sus escritos en general, debe recordarse que Clarín estudió en una Universidad donde los maestros más estimulantes eran los seguidores del filósofo alemán Karl Krause.
El krausismo influyó en Clarín avivando una innata inclinación idealista, orientando su vida intelectual hacia la búsqueda de un sentido espiritual y metafísico de la existencia. Clarín fue el heredero de Mariano José de Larra, en cuanto que buscaba, como el escritor romántico, un sentido racional a la vida. Ambos preceden a los modernistas en la preocupación por las formas y en el culto de la belleza.

El interés intelectual, crítico, krausista, da un sentido especial a sus obras; pero también se suman otros elementos de la filosofía de la época, especialmente de la corriente positivista, del realismo y del naturalismo.
Si el krausismo le demarcó el horizonte ético e intelectual, la corriente positivista del realismo y el naturalismo le proporcionó una forma de aislar y examinar al ser humano de su tiempo. Todo esto le sirvió de instrumento para la creación literaria y, con la excepción de Galdós, supo volcar el resultado al Español Castellano mejor que nadie.

El tono moralista de Alas aparece reforzado por su desengaño ante la sociedad de su época.
Sus artículos periodísticos y su crítica en general llamaron la atención sobre la problemática del país; y sus novelas dramatizaron la situación de una nación cuya vida política y social vivía momentos de apatía y confusión.
Al perder las colonias de América, España cayó en una carencia de ánimo quedando fuera de la revolución industrial que transformó las grandes naciones europeas: y Clarín vivió de cerca los tres acontecimientos dramáticos de la historia española: la revolución liberal de 1868, la Restauración y la pérdida de las últimas colonias, en 1898.

Prolífico escritor y periodista, sus escritos críticos rezuman una punzante ironía, que se ensañó en cuantos escritores de mal gusto cayeron bajo su lupa, aunque también supo ensalzar los méritos de quienes lo merecían. Sus críticas de las novelas de Galdós constituyen el primero y auténtico estudio moderno: su talento analítico y su modernidad conceptual sirvieron para elevar la figura del novelista a la categoría de maestro, a la vez que descubrían en él una veta crítico-teórica. En Galdós (1912) –libro fundacional de la crítica galdosiana– se recogió mucho de lo escrito sobre este autor.

La mejor crítica de Clarín se encuentra en Solos de Clarín (1881), La literatura en 1881 (1882; en colaboración con Armando Palacio Valdés), Sermón perdido (1885), Folletos literarios (1886-91), Nueva campaña (1887), Mezclilla (1888), Ensayos y revistas (1892), Palique (1893), y Siglo pasado (1901). Varios investigadores han recogido la obra periodística del autor: Preludios de Clarín (1875-1880) (Jean-François Botrel, 1972), Obra olvidada, artículos de crítica (1882-1901) (Antonio Ramos-Gascón, 1973) y Clarín político, tomos I y II (artículos dedicados a temas sociales y políticos, escritos entre 1875-1901, Yvan Lissorgues, 1980). Los prólogos de Leopoldo Alas fueron recogidos por David Torres (1984).

La agresividad crítica de Clarín contrasta con la cautela de su labor creadora. Comenzó escribiendo cuentos cortos, y la primer obra de aliento fue Pipá (1879), novela corta naturalista, que presenta en germen personajes que aparecerán luego en La Regenta (1884-85). La Revista de Asturias publicó entre abril y junio de 1880 tres capítulos de Speraindeo, primer intento de novela, que nunca llegó a terminar.

Su segunda novela, Su único hijo (1890), es otra obra maestra; aunque menor que La Regenta a la que iguala en el uso brillante de los recursos técnicos. La novela asimila perfectamente el legado del teatro, y dramatiza la realidad en una intensa representación de los sucesos.

Entre los muchos y muy buenos cuentos y novelas cortas que escribió Alas: El Señor y lo demás son cuentos (1892), Doña Berta, Cuervo y Superchería (los tres de 1892) y Cuentos morales (1896) son, posiblemente, los relatos más notables de la literatura española de su tiempo.

En el teatro, sin embargo, el estreno de Teresa (1895) fue un fracaso.