La Gran Aldea

Vicente López, Lucio

144 pages - In Spanis
Annotated Edition

ISBN: 987-1136-27-7
Library of Congress Control Number: 0

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Publicada en 1884 La gran aldea representa el intento de su autor de exponer y sintetizar el proceso de transformación sufrido por Buenos Aires y sus habitantes durante los treinta años transcurridos desde la caída de Juan Manuel de Rosas.
La novela fue escrita febrilmente bajo la forma de folletín y en la misma mesa de trabajo en la que preparaba sus artículos de polémica política, lo cual explica algunas fallas de estilo propias del apuro.

Lucio Vicente López, nieto de Vicente López y Planes e hijo de Vicente Fidel López, tuvo amén de una educación clásica una formación política que le permitió caracterizar a la sociedad argentina como “beótica”, intuyendo que la feracidad de la pampa y su fácil riqueza probablemente determinarían imperfecciones políticas –a la manera de Beocia– y no una nueva Atenas, tal como la pujanza económica del joven país parecía anunciar.
Miembro de la Generación del 80, articulista del periódico “El Nacional”, dirigido por Domingo F. Sarmiento, y posteriormente seguidor de Juarez Celman, quien constituía un paradigma del optimismo de la época, la lucidez de Lucio Vicente López le permitió el balance necesario para comprender ya entonces la necesidad de un movimiento civil regenerador que por esa época parecía encarnar la Unión Cívica de Leandro Alem.

La gran aldea es una novela “de clave”, en ella algunos personajes de la política argentina aun bajo otros nombres resultan reconocibles: Don Buenaventura es Bartolomé Mitre; Bonifacio de las Vueltas, Bernardo de Irigoyen; don Benito, Juan Carlos Gómez (el periodista oriental de vieja filiación liberal que se enfrentara con Mitre con motivo de la guerra al Paraguay), etc.

La trama es romántica y la intención edificante siguiendo la moda de la época, donde la maldad, sea unida a la fealdad rechazante o a la belleza seductora, son finalmente castigadas. El valor de esta obra reside en el fresco costumbrista que dibuja destacando ciertos aspectos de la sociedad porteña que hoy subsisten para el ojo observador.
(1848-1894),

Jurisconsulto, novelista y profesor, nacido en Montevideo en el seno de una familia proscripta por razones políticas, por lo tanto por ley era ciudadano argentino.
Nieto de Vicente López y Planes, e hijo de Vicente Fidel López, fue un poeta adolescente y un novelista de costumbres bonaerenses. Viajero habitual, como muchos otros de sus pares hacia finales del siglo pasado, fué testigo de las transformaciones de la sociedad Europea en los aspectos ideológicos y religiosos. Aunque admirador de la mezcla de razas, rechazó la inmigración indiscriminada. (more about the Lopez family)

Influenciado por Juan María Gutiérrez inició su vida literaria y política dentro de la corriente romántica y del pensamiento de la Generación del 80. Su participación contra la Revolución Mitrista de 1874 y su ingreso al periódico “El Nacional”, dirigido por Domingo F. Sarmiento, señalan sus comienzos. Sus artículos, breves pero urticantes, abarcaron desde la política defendiendo la candidatura de Aristóbulo del Valle a la Gobernación de Buenos Aires, hasta las evocaciones literarias, críticas teatrales y ensayos. Colaboró también en la “Revista de Buenos Aires” de Vicente Quesada y Navarro Viola y en la “Revista del Río de la Plata” de Gutiérrez, López padre y Lamas. En 1880 disconforme con el curso que habían tomado los asuntos públicos, viajó a Europa donde escribió “Recuerdos de Viaje”.

De regreso en Buenos Aires, fundó el “Sud-América” junto a Carlos Pellegrini y Paul Groussac, una publicación política de apoyo a Juarez Celman y que constituye un paradigma del optimismo de la época. En palabras de Ramón Cárcano consejero, amigo y mentor de Juárez Celman “Un diario para un hombre público es como un cuchillo para el gaucho pendenciero: debe tenerse siempre a mano”

El objeto de estos diarios era participar en el debate político, pero también aparecían en ellos novelas en serie, cuentos y chismes sociales de tono generalmente satírico: el “Sud - América” caracterizaba así a la Argentina: “La República tiene como peculiaridades sus grandes ríos, su inmensa pampa, su cielo precioso, sus elevadas montañas y su general Mitre. Produce papas, maíz, toda clase de cereales, vacas e historias de San Martín.”

Ser periodista entonces no era sólo tener un empleo como tal y exigía el compromiso del personal, y el empleo era inestable dada la naturaleza inquieta de la política en la Argentina. Un vuelco en las alianzas y enemistades personales, recomponía la escena periodística, con la consiguiente liquidación de publicaciones, la creación de otras o la renuncia del personal. Lucio Vicente no fue la excepción. A medida en que se distanciaba de Juárez Celman y de los autonomistas, también se desvinculaba del “Sud - América” y entraba a formar parte del movimiento regenerador de la Unión Cívica.

Amén de las notas sueltas en el diario, que por lo regular no firmaba, publicó algunos cuentos de escaso mérito hasta que en 1884 editó La gran aldea, donde intentó exponer y sintetizar el proceso de transformación sufrido por Buenos Aires y sus habitantes. Pese al éxito en las ventas, el autor no creía en la perdurabilidad de su obra, según trasunta en una carta a su amigo y confidente Miguel Cané:
“ Todo el mundo le ha caído. Amigos y enemigos, pero se vende. Hace ocho horas que ha salido. Se han vendido 150 ejemplares...Ya te habrás convencido de lo que te decía: un buen título, desperdiciado, el libro es malo, hecho muy a la ligera: era un gran programa, es un mal examen...La crítica le ha hecho bien al libro; ha despertado la curiosidad y me ha favorecido la venta.”

La novela fue escrita febrilmente bajo la forma de folletín y en la misma mesa de trabajo en la que preparaba sus artículos de polémica política. Esto explica sus fallas de estilo. Comentando la muerte de López, en 1896 el periodista de “La Nación” anotaba con referencia a esta obra:
“Es, en gran parte, una novela ‘de clave’, llena de alusiones personales y croquis tomados del natural, como los de Disraeli, obedeciendo, por tanto, a un concepto ‘fotográfico’ del arte, que juzgamos subalterno. No obstante, el libro quedará por algunos fragmentos excelentes: la conmovida introducción, los retratos rebosantes de vida, algunas escenas sociales con sus picantes diálogos, ese don terrible del epigrama arpado que López disparaba con gracia infinita y que fue, sin duda, la gran delicia y la gran amargura de su vida.”
En La gran aldea, los personajes de la política argentina aunque disimulados con otros nombres resultan reconocibles: Don Buenaventura (Mitre); Bonifacio de las Vueltas (Bernardo de Irigoyen); don Benito (Juan Carlos Gómez), etc., por lo cual constituye un valioso cuadro de costumbres de la época, escrito con humor.

La política, la diputación y los cargos públicos terminaron por absorberlo. Participa en la Revolución de 1890 y más tarde acompaña a Aristóbulo del Valle durante su breve ministerio. En 1893 fue designado interventor en la provincia de Buenos Aires. Su acción contra la corrupción y saneadora de las instituciones bancarias, y su excelente desempeño en la organización de las elecciones, fueron los acontecimientos más destacados de su gestión, pero también le significaron muchos enemigos. Murió como vivió, bajo el signo del romanticismo. Un duelo con el coronel Carlos Sarmiento, a la sazón secretario privado del Ministro de Guerra, el General Luis Maria Campos, y a quien López había denunciado por una maniobra dolosa en el Banco Hipotecario, acabó el 29/12/1894 con su vida.

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