El Zarco |
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Altamirano, Ignacio Manuel |
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204 pages - In Spanish Edición Crítica, Notas y Comentarios Maria Eugenia Mudrovcic ISBN: 978-1-934768-55-6 Library of Congress Control Number: 2012946394 Printed copy: U$ 29.26.- add to cart Evaluation copy: U$ 19.02.- add to cart Online access: U$ 9.99.- add to cart El Zarco (1901), novela póstuma de Ignacio Manuel Altamirano, es mucho más que una novela de bandidos. Escrita en plena «pax porfiriana» cuando «el Maestro» Altamirano ocupaba una posición incontestable en el campo cultural mexicano, la novela es también un relato que habla del caos y de la inseguridad del pasado para celebrar los alcances pacificadores del México de fines de siglo. Para entonces, el bandidismo había cedido ante la expansión de trenes y telégrafos, y el porfiriato se jactaba de haber convertido a México en «tierra de promisión» para la inversión extranjera. La historiografía literaria atribuye a El Zarco un lugar prominente: la voluntad estética y formal que Altamirano pone de manifiesto en la construcción del relato le confiere, para muchos, el honor de ser «la primera novela mexicana». La crítica tampoco ha pasado por alto la «originalidad» que juega la raza en la distribución de subjetividades: los villanos son blancos de ojos verdes y los héroes son indios o mestizos. El romanticismo dominante en el siglo XIX también aparece reformulado o saneado en la versión que propone Altamirano. Los héroes en El Zarco no son víctimas de sus pasiones sino emergen como héroes justamente por ser capaces de corregir y controlar los destinos equívocos a los que cualquier caída en las redes de la irracionalidad podría conducirlos. El honor, la familia y el trabajo pasan a funcionar en la novela como principios «civiles» que regulan las relaciones y las acciones de «los hombres «y mujeres» «de bien». El «crimen», esa obsesión decimonónica de la burguesía que se mostró dispuesta a pactar con el estado para defender el valor sagrado de la propiedad privada, funciona, en la novela, como una matriz doble: del miedo a la «inseguridad» que paraliza a las clases medias de Yautepec, por un lado, y de la glorificación de la policía rural que aparece como única solución para combatirlo, por otro. Altamirano narra en El Zarco dos historias que terminan siendo una. La primera, un relato de «amor puro» con Nicolás y Pilar como figuras de contrapeso frente a sexualidades no disciplinadas como las de Manuela y el Zarco. Y la segunda, un relato casi paralelo, que celebra a Sánchez Chagollan como fundador mítico-popular de la policía rural creada por Benito Juárez en 1861 y que a fines de los 80s (momento en que Altamirano pone punto final a su novela) el porfiriato ya había transformado en bandera institucional del régimen. En la introducción crítica a esta edición de El Zarco, María Eugenia Mudrovcic lee esta novela vistosamente «atípica» de Altamirano como parte del aparato propagandístico montado por Porfirio Díaz a fin de cambiar la imagen de «nación de bandidos» que había llegado a dominar la prensa de la época, dentro y fuera de México. Indagar los alcances simbólico-ideológicos de este relato que habla de «violencia» en tiempos de «paz» es el punto de partida de esta (otra) lectura posible de El Zarco. |
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